Evento de lanzamiento
Servicio “Alerta contra el racismo
CASO DE ESTUDIO
Vivir la diversidad: Cuando un evento institucional se volvió piel, ritmo y voz
Cómo tambores, rap y guitarras transformaron el lanzamiento de un servicio público en una experiencia que unió a autoridades y artistas en un solo ritmo.
CLIENTE Ministerio de Cultura (MINCUL)
LUGAR Lima – Gran Teatro Nacional
AÑO 2024
El desafío: Un mensaje urgente, un escenario en tiempo récord
En diciembre de 2024, el Ministerio de Cultura del Perú enfrentó una misión crítica: lanzar el servicio “Alerta contra el Racismo” —una plataforma con canales accesibles y el número 1817 para denuncias—, pero no como un acto burocrático, sino como un manifiesto cultural. El reto era monumental: producir en menos de una semana un evento que reflejara la diversidad peruana, dirigido a autoridades y líderes clave, en un país donde el racismo sigue fracturando vidas. La pregunta era clara: ¿Cómo humanizar una política pública sin caer en lo protocolar?
La estrategia: Un diálogo entre raíces y urgencia
La respuesta fue tejer un relato artístico donde cada artista fuera un altavoz de la diversidad. El Ensamble Perú Fusión abrió el evento con tambores, quenas y carteles antirracistas, transformando el foyer del Gran Teatro Nacional en un espacio de reflexión sonora. Sus ritmos andinos, amazónicos y afroperuanos no solo representaron regiones, sino que cuestionaron silencios: ¿Dónde empieza la discriminación?.
Para conectar con las calles, Sumeria y Jair Wong —figuras emblemáticas del rap peruano— presentaron “Siempre Alerta”, un tema compuesto en 72 horas. Sus rimas, como “Nos levantamos, alzamos la voz, no más odio, no más división”, se entrelazaron con beats de DJ Jota La Provincia, quien fusionó electrónica urbana y samples de instrumentos. Era rap, pero también herencia.
El cierre lo protagonizó Tito Manrique, cuyo “Y se llama Perú” en versión acústica devolvió la solemnidad a su esencia: guitarras, cajones y voces que recordaron que la identidad no se negocia. Pero el giro maestro llegó sin guion: durante el ensayo general, la rigidez del protocolo chocó con el mensaje de diversidad. La solución fue radical: dejar espacio a la improvisación. Así nació el “fin de fiesta”, donde el Ensamble Perú Fusión y la agrupación de Manrique fusionaron tambores y guitarras en una jam session. La invitación fue clara: Bailen, no observen.
Resultados: Un legado que se bailó y se cantó
El evento superó el formato estático. Autoridades se unieron al baile durante la jam session improvisada, un gesto que simbolizó más que cualquier discurso: la diversidad se vive, no se anuncia. El verdadero logro fue intangible: convertir un servicio público en una experiencia colectiva.
Las llamadas al 1817 aumentaron, pero más revelador fue escuchar a asistentes decir:
"Por primera vez, el Estado no solo habla de cultura;
la encarna"
Legado: Un modelo que redefine lo institucional
Este proyecto rompió un mito: un evento gubernamental puede ser tan vibrante como su pueblo. La jam session improvisada no fue un accidente, sino una declaración: contra el racismo, no basta con políticas; se necesitan espacios donde la identidad suene, se mueva y respire.
El Ministerio de Cultura internalizó la lección: hoy, incluye colectivos artísticos en sus campañas, reconociendo que el arte no decora, sino que construye puentes entre leyes y emociones. El evento cerró sin discursos, pero con una pregunta resonando: ¿Cómo replicar esta energía en cada iniciativa?. La respuesta ya está en marcha: proyectos futuros priorizan co-creación con artistas, porque, como demostró este caso, la cultura no es un recurso, es un cómplice.
Conclusión: Donde otros vieron urgencia, nosotros vimos oportunidad
Producir este evento en 5 días no fue solo hazaña logística; fue un recordatorio: la lucha contra el racismo exige creatividad, no solo recursos. Cada nota musical, cada paso de baile, cada rima, fueron ladrillos en un puente entre el Estado y la ciudadanía. El éxito no se midió en horas, sino en cuántos salieron convencidos de que, para cambiar realidades, a veces hay que empezar por dejar que el ritmo nos una.